Aprendizaje Visible para profesores. Maximizando el impacto en el aprendizaje. Las clases

Aprendizaje Visible para profesores. Maximizando el impacto en el aprendizaje. Las clases

En el día de hoy, continuamos con la serie de post sobre la lectura del libro “Aprendizaje Visible para profesores. Maximizando el impacto en el aprendizaje”, de John Hattie (si deseas acceder a la parte introductoria del análisis de esta lectura y a la segunda parte puedes seleccionar los enlaces).


Antes de entrar de lleno en el tema del que trata esta parte del libro, J. Hattie nos alerta de unas cuestiones que se consideran de suma importancia a modo de introducción.

La primera cuestión que nos resalta es que, después de observar y analizar como se impartían unas 1000 clases, llegaron a la conclusión de los bajos niveles de exigencia intelectual que predominaban en las mismas. Cuestión que no deja de ser un dato, cuanto al menos, preocupante.

Otro de los aspectos que nos resalta es que el autoaprendizaje debería de ser, sin ningún tipo de duda, la meta que debería alcanzar nuestro esfuerzo educativo.Para ello el propio autor nos recalca la importancia de:

“… que los profesores se critiquen entre sí constructivamente, planifiquen y evalúen de manera conjunta y encuentren muchas otras formas de trabajar juntos…”

(J. Hattie 2017)

Por último, e insistiendo en esta idea, J. Hattie nos vuelve a destacar la importancia que, por encima de otras cuestiones como, por ejemplo, la escuela de verano (d=0,23), reducir la ratio de los alumnos por aula (d=0,21), grupos flexibles (d=0,12), comunidades de aprendizaje abiertas (d=0,01)…, lo que realmente tiene un mayor impacto en nuestro alumnado (recordemos que siempre debemos de buscar un impacto mayor d=0,40 en nuestras estrategias didácticas) depende de:

“… el trabajo cooperativo de los equipos de profesores, con personas que los dirijan y entrenen con capacidad de liderazgo, que estén de acuerdo con los resultados que valen la pena, estableciendo expectativas altas, conociendo el punto de partida de los alumnos y su deseo de tener éxito en el aprendizaje…”

(J. Hattie 2017)

Sin lugar a dudas, toda una declaración de intenciones, además de ser muy ilustrativo en cuanto a la importancia de una buena programación docente donde el trabajo cooperativo de todo el profesorado, la selección de unas estrategias didácticas adecuadas y, la evaluación como un factor determinante para conocer nuestro nivel de impacto en el alumnado.


En primer lugar J. Hattie nos habla de la importancia de la planificación educativa, resaltando algunos aspectos que, según la investigación educativa, son de suma importancia para un buen desarrollo de las clases. 

En cuanto a este tema el autor nos resalta, de nuevo, que la planificación educativa más efectiva es cuando el profesorado trabaja de manera conjunta: desarrollando planes, estrategias comunes, colaborando en la concreción de objetivos, en el modo en que el alumnado debe de progresar y en la evaluación del impacto de su planificación en los resultados del mismo.

Además, el autor nos detalla cuatro partes fundamentales que toda planificación didáctica debería de contener, que son las siguientes:

a. Nivel previo de conocimiento del alumnado.

b. Nivel de desarrollo al final de una serie de clases (aprendizaje dirigido a objetivos)

c. El grado de mejora (progresión)

d. Colaboración del profesorado y la crítica de la planificación.

Nivel previo de conocimiento del alumnado

En cuanto a este aspecto J. Hattie afirma que, cualquier clase que se planifique debe comenzar por una comprensión profunda de lo que cada alumno y alumna ya conoce y puede hacer, y de cómo la enseñanza se dirige a incrementar el progreso y los niveles de rendimiento de cada uno de ellos y ellas. 

Para posteriormente indicar la idea de que una de las más importantes comprensiones que los profesores necesitan alcanzar sobre sus alumnos es el modo en cómo piensan.

Como docentes es de vital importancia conocer lo que sabe el alumnado, saber cómo piensa y a partir de ahí intentar que todos alcancen los criterios de éxito de cada lección.

Nivel de desarrollo al final de una serie de clases (aprendizaje dirigido a objetivos)

“…Los profesores en las escuelas necesitan lograr comprometer a los alumnos en el aprendizaje que se considera valioso…”

(J. Hattie 2017)

Cuanto más claros y transparentes deje el profesor los objetivos que tiene que alcanzar su alumnado (teniendo en cuenta que estos deben ser una combinación de algo superficial, profundo o conceptual), más probable será que este se implique. 

Del mismo modo, cuanto más consciente sea el alumno de los criterios de éxito, mejor podrá percibir y apreciar las acciones específicas que se necesitan para superar esos criterios.

Uno de los puntos de vital importancia es conseguir que el alumnado se comprometa (motivación) con los objetivos de aprendizaje, de esa manera, y con las orientaciones pertinentes, el trabajo en el aula se desarrolla de una forma clara y bien enfocada. 

De esta manera nos aseguramos de que los objetivos probablemente se alcancen de manera exitosa.

Si un profesor no deja claro cuáles son las intenciones de aprendizaje, la única meta para un alumno quizás sea con frecuencia compararse con otros alumnos – y que fácil es elegir a alguien que no es mejor que tú: ¡Vaya garantía de éxito!

Para acabar, y no menos importante, J. Hattie nos recalca, en cuanto a la planificación, la siguiente idea:

“…el aprendizaje no es algo que ocurra de una forma ordenada, lineal y secuencial…”

(J. Hattie 2017)

Por lo tanto, si bien es importante una buena planificación educativa, también lo es que sea lo suficientemente abierta y flexible.

El grado de mejora (progresión)

“…una compresión común del progreso implica que los profesores compartan dentro de cada escuela y preferiblemente en general en todas ellas las nociones de desafío y dificultad cuando implementen el currículo. Esto supone asegurar que a los alumnos se les inculcan expectativas altas y adecuadas…”

(J. Hattie 2017)

J. Hattie trata este apartado como uno de los más controvertidos a la vez que fundamental dentro de la escuela, ya que, el éxito de la misma depende, en gran medida, del nivel de progreso alcanzado por su alumnado, independientemente de su punto de partida.

J. Hattie trata este apartado como uno de los más controvertidos a la vez que fundamental dentro de la escuela, ya que, el éxito de la misma depende, en gran medida, del nivel de progreso alcanzado por su alumnado, independientemente de su punto de partida.

El autor destaca una diferencia muy interesante en este punto ya que, muchas escuelas se preocupan en demasía por sus niveles de rendimiento académico sin tener en cuenta sus niveles del progreso. 

Por lo tanto, podemos caer en el error de considerar que una escuela es de éxito por sus altos niveles de rendimiento académico mientras en cambio, es posible que tenga un bajo nivel de progreso. 

Pongamos un ejemplo. Es posible que haya una escuela donde el alumnado parte de un nivel de rendimiento académico alto en cambio, su nivel de progreso es muy pequeño. Por otro lado, puede haber una escuela donde el punto de partida del alumnado, en cuanto a su nivel de rendimiento académico, sea muy bajo, pero su nivel de progresión sea muy alto.

Siempre nos llamará más la atención, y por lo tanto consideraremos una escuela de éxito, un centro con un nivel de rendimiento académico alto antes que una con un nivel de rendimiento académico bajo. 

Si bien el rendimiento académico es importante, no lo es más que el nivel de progreso del alumnado y, por lo tanto, nuestra mirada como docentes debería de estar más atenta al nivel de progreso que al nivel de rendimiento.

Colaboración del profesorado y la crítica de la planificación

“…compartir una compresión común de la progresión es el factor más trascendental en una escuela…”

(J. Hattie 2017)

J. Hattie nos destaca este punto por encima de los demás, destacando, que si esto no se produce es posible que en la misma escuela aflore el individualismo, las opiniones personales y el “todo vale”. Cuestión que nos puede resultar familiar al mismo tiempo que peligrosa.

Para evitar esto el autor nos propone lo que él mismo denomina el modelo de “equipo de datos”. 

En este modelo todos los profesores del equipo:

  1. Comparten los mismos criterios con un enfoque común del área.
  2. Administran una evaluación común que lleva a interpretaciones formativas comunes.
  3. Miden el aprendizaje con una rúbrica o guía de calificación común.

Y, además, este proceso consta de los siguientes pasos:

  1. Recolectar y analizar datos, y desarrollar confianza y respeto.
  2. Usar la evidencia para establecer, priorizar, examinar y revisar metas progresivas.
  3. Cuestionamiento de las estrategias de instrucción y análisis de su impacto en el alumnado.
  4. Control del impacto de las estrategias sobre el aprendizaje del alumnado.

J. Hattie nos aclara que, independientemente de este modelo u otro que el centro educativo desee implemente, lo importante, por encima de todo, es formar a profesores abiertos a la evidencia ante su impacto sobre el alumnado. Y, además, nos afirma que:

“… es una responsabilidad colectiva de todo el sistema educativo que asegure que todos los alumnos están alcanzando la formación de un curso por año…”

(J. Hattie 2017)

Dentro de este apartado, J. Hattie nos detalla algunos de los aspectos más relevantes que ocurren, y que determinan un mayor nivel de impacto, dentro de nuestras aulas.

En primer lugar, escribe sobre la importancia del clima del aula, donde, como docentes, tenemos una gran responsabilidad y donde debe de existir un estrecho reconocimiento en la relación entre el alumnado y el profesorado, generando un clima de confianza, cooperación y respeto. 

Además, el alumnado debe de sentirse seguro de poder mostrar lo que no sabe y tener confianza en las interacciones con el resto de sus compañeros. En las aulas el error no solamente debe de ser tolerado sino, además, bienvenido.

El alumnado debe de conocer desde el primer momento el propósito de cada lección, el límite de lo que es aceptable o no, a trabajar en grupo, así como cuáles son los criterios de éxito esperados.

Por otro lado, J. Hattie nos destaca la importancia del discurso dentro del aula afirmando que, por norma general, el profesorado suele hablar entre el 70% y el 80% del tiempo de la clase, y cómo esto influye de manera muy determinante en las relaciones que se establecen dentro de la misma aula. 

El autor resalta que nuestra principal tarea como docentes es escuchar y que para ello se requiere de un diálogo donde profesores y alumnado interactúan en la búsqueda de sus asuntos comunes y así construir el significado de manera cooperativa. De esta manera conseguiremos que nuestro alumnado se implique en el proceso de aprendizaje y, por lo tanto, obtengamos un mayor éxito.

Otro punto importante habla sobre la influencia de los compañeros y compañeras dentro del aula, así como los efectos que estos tienen sobre el aprendizaje (d=0,52), resaltando la amistad como uno de los valores más importantes que se deberían de desarrollar dentro de las aulas y que la buena reputación del alumnado se basara en los méritos académicos. 

J. Hattie nos señala que la intervención más efectiva para conseguir esto es a través del trabajo cooperativo o a través de la tutorización entre el propio alumnado, destacando que:

“… los alumnos aprenden más cuando se convierten en sus propios profesores…”

(J. Hattie 2017)

Otra de las ideas en las que profundiza J. Hattie habla sobre la importancia que conocer a nuestro alumnado y evitar por todos los medios las etiquetas. Apuntando, además, que tanto los “estilos de aprendizaje” como la búsqueda de “las inteligencias múltiples”, tienen un efecto limitado y de poco impacto. 

El autor, nos anima a tener altas expectativas con todo nuestro alumnado y enfatizar el esfuerzo y el progreso, una vez más, buscando las evidencias que nos orienten a la hora de seleccionar los métodos que nos van a asegurar la mejora en el progreso y en los logros académicos de todo nuestro alumnado. 

Destacando, posteriormente, que la selección de los métodos de enseñanza, no deberían de depender de las preferencias personales del profesorado (o modas educativas), sino que ésta (elección) debería de darse en función del efecto que tenemos sobre el aprendizaje de todo nuestro alumnado y el nivel de logro que éste consigue alcanzar.

Nuestro papel como docentes debe de centrarse, además, en la evaluación y la activación resaltando nuevamente, que la clave es el impacto, no el método. Es decir, debemos de proyectar una imagen docente como evaluador y crítico, analizando y decidiendo, según los datos, los métodos que aseguran ese mayor nivel de progreso.


En este apartado del libro J. Hattie se centra especialmente en el proceso de aprendizaje donde, desde el principio, pone el foco en el propio alumnado afirmando que:

“…la atención debe trasladarse del cómo enseñar al cómo aprender, y solo después de que los profesores comprendan cómo aprende cada alumno pueden pasar a tomar decisiones sobre cómo enseñar…”

(J. Hattie 2017)

Afirmando posteriormente que:

“…enseñar bien requiere una comprensión profunda sobre cómo aprendemos…”

(J. Hattie 2017)

A raíz de esta afirmación el autor nos divide el aprendizaje en varias fases, que son las siguientes:

  1. Capacidades (aptitudes) de pensamiento.
  2. Fases del pensamiento: de superficial a profundo.
  3. Fases de motivación.
  4. Fases de cómo aprendemos.
  5. Instrucción diversificada.

En resumen, a través de estas diferentes fases, J. Hattie nos deja entrever que los profesores deben ser conscientes de las diferentes fases de aprendizaje y en qué lugar de estas fases se sitúa el alumno o alumna. 

Conocer el punto de partida (conocimientos previos), saber cómo cada alumno o alumna procesa la información e interpreta las diferencias, establecer objetivos y desarrollar estrategias para conseguirlos, y comprender cómo aprenden los alumnos son elementos esenciales dentro de este mismo proceso.

Para conseguir el aprendizaje más efectivo J. Hattie afirma que el profesorado de mayor éxito en la actualidad es un profesional experto y adaptativo en el aprendizaje, que no solo utiliza muchas estrategias efectivas, sino que también tiene un alto nivel de flexibilidad y, sobretodo, que sabe:

“ver el aprendizaje a través de los ojos de los alumnos”

(J. Hattie 2017)

Por otro lado, el autor nos afirma que a la hora de aplicar distintas estrategias didácticas y, según la investigación científica, éstas deben de proporcionar muchos modos de conocer, múltiples formas de interactuar, múltiples oportunidades para practicar y saber qué estamos aprendiendo. 

Para posteriormente argumentar (según Bransford, 2000) que las clases necesitan estar centradas en el alumno, centradas en el conocimiento, sometidas a una rica evaluación y centradas en la comunidad.

Según J. Hattie aprender exige dos habilidades fundamentales:

Práctica deliberada

La práctica deliberada conduce a la maestría. Es necesario animar a los alumnos a que se impliquen en la práctica deliberada, ser transparentes sobre su valor y proporcionar el máximo feedback formativo para mejorarla. Para los principiantes es importante reducir la carga cognitiva inicial, quitar importancia al resultado y facilitar múltiples estrategias.

Concentración o persistencia

La persistencia hace referencia a la concentración o atención sostenida, incluso en la presencia de distracciones internas o externas. Para los principiantes es importante reducir las distracciones. Las actividades de práctica deliberada necesitan ser establecidas en un nivel de dificultad apropiado y desafiante, y dar cabida a un sucesivo perfeccionamiento que surge de permitir la repetición, que se comentan y se corrijan los errores, y de proporcionar feedback informativo para el alumno…

Por último, dentro de este apartado del libro, el autor arroja unos datos sorprendentes afirmando que:

“… en torno al 70 por ciento de lo que ocurre entre los alumnos no es visto ni conocido por el profesor…”

(J. Hattie 2017)

Induciendo al profesorado a construir competencias para dar mayor sentido a las clases, ver diferentes modelos, anticipar y tomar decisiones de forma que puedan introducir diferentes tipos de ajustes.

Todo ello, sin olvidar la importancia de enseñar diferentes estrategias de aprendizaje al alumnado, situándolo siempre en un nivel +1 de aprendizaje y sin olvidar el propósito y los diferentes criterios de éxito. 

Volviendo a recalcar finalmente la importancia de ver el aprendizaje a través de los ojos de nuestro propio alumnado.


En el siguiente apartado J. Hattie nos desglosa lo que para él es uno de los más poderosos mediadores en el proceso de enseñanza y aprendizaje (aunque sus efectos son de los más variables): el feedback.

En este punto se pretende aglutinar todos los máximos beneficios del feedback para proponer un modelo que ayude a sacarle el mayor partido posible.

El autor, empieza presentando lo que para él son las tres cuestiones más importantes del feedback:

  1. ¿Adónde voy? ¿Cuáles son mis objetivos? (tarea)
  2. ¿Cómo voy a llegar allí? ¿Qué progreso se ha realizado hacia los objetivos? (proceso)
  3. ¿Cuál es el siguiente paso? (autorregulación)

A su vez, además de estas tres cuestiones el autor divide el feedback en cuatro niveles:

  1. Tarea y nivel de producto. (Se centra en el resultado de la tarea (correcto, incorrecto, falta información…)
  2. Nivel de proceso. (Se centra en el proceso que ha seguido el estudiante para crear el producto o completar la tarea)
  3. Autorregulación o nivel condicional. (Se centra en la autorregulación o nivel en el cual los alumnos supervisan su propio proceso de aprendizaje)
  4. Nivel del yo. (Se centra en el propio alumno: elogio).

A modo de resumen y según J. Hattie:

“… el arte de enseñar de manera efectiva consiste en proporcionar la menara correcta de feedback…”

(J. Hattie 2017)

Alertándonos al mismo tiempo sobre que no es deseable mezclar el elogio con el feedback relativo a la instrucción, ya que diluye su propio efecto.

Otra cuestión interesante tiene que ver con la frecuencia del feedback. Según el autor, la mejor forma de proporcionar el feedback es: justo a tiempo, justo para el alumno, justo para el momento en el que el alumno está en el proceso de aprendizaje, justo lo que se necesita para avanzar. 

Indicando, al mismo tiempo, que aún no existe evidencia científica suficiente para determinar cual es la mejor frecuencia del feedback.

Al mismo tiempo, nos desglosa los diferentes tipos de feedback, que son los siguientes:

  • La no confirmación pude ser más efectiva que la confirmación.

El feedback es más poderoso cuando se dirige a interpretaciones erróneas y no a la falta total de comprensión (en este último caso, volver a enseñar es más efectivo).

  • Se debe dar la bienvenida al error.

Más que evitar el error, hay que enseñar a partir de él. Para ello es fundamental crear en el aula un clima de confianza en el que error se acepte como algo positivo y el alumnado no se ridiculice entre si.

  • Feedback a partir de la evaluación del profesorado.

Cuando los alumnos participan en la evaluación de su propio aprendizaje, aprenden a reconocer y comprender las ideas principales y a aplicar el nuevo aprendizaje de modos diferentes y en diferentes situaciones.

  • Evaluación formativa rápida.

Es el tipo de evaluación más efectivo, partiendo de premisas claras en cuanto a las intenciones de aprendizaje, logrando que haya un diálogo efectivo para que el alumnado avance de manera adecuada y aprovechando al resto de compañeros y compañeras de clase como un recurso instruccional para que finalmente el alumnado sea dueño de su propio aprendizaje.

  • Uso de indicaciones como un precursor para recibir feedback.

Se trata de una noción cercana al “andamiaje”, es decir, proporcionar apoyo, conocimiento, estrategia, modelar, cuestionar, instruir, reestructurar… con la intención de que el alumno llegue a su propio conocimiento, comprensión y forme sus propios conceptos.

Por último, en relación con este tema, J. Hattie nos alerta sobre la relación entre el feedback y los atributos sobre los alumnos, indicando lo siguiente:

  • La cultura del alumno.

Se ha evidenciado diferencias en la efectividad del feedback según sean los alumnos más colectivistas o más individualistas.

  • Preguntando a los alumnos sobre el feedback.

Se ha evidenciado que no es una medida razonable preguntar a los alumnos lo que piensan sobre el feedback. El feedback más efectivo tiene que ver más con los criterios de la lección que con lo individual o con lo social.

  • El poder de los compañeros.

El 80% del feedback que reciben los alumnos es de sus propios compañeros y en muchas ocasiones este feedback es incorrecto. Se necesitan intervenciones del profesorado que persigan un feedback correcto de los compañeros.

Por tanto, el feedback entre compañeros requiere un apoyo con instrucciones deliberadas por parte del profesorado.

Para concluir, y volviendo a recalcar que:

“… El feedback es una de las influencias más poderosas para mejorar el rendimiento…”

(J. Hattie 2017)

En este último apartado J. Hattie nos aporta una visión de la clase desde diferentes perspectivas. En la que hace una lectura sobre la experiencia de la clase teniendo en cuenta aquellos elementos que interaccionan en su proceso.

Con respecto a esto, el autor la desglosa desde diferentes perspectivas:

  • La experiencia de la clase desde la perspectiva del alumno.

Aunque se puede aprender sin saberlo (aprendizaje tácito), para la mayoría es necesario que haya un intento deliberado de aprender. Para ello, los profesores deben “invitar” a aprender a sus alumnos.

Es necesario una “enseñanza centrada en el alumno”, en la que el alumno se implique y tenga éxito en lo que se enseña y el profesor es consciente del progreso de cada alumno desde el principio hasta el final de la intención de enseñanza y aprendizaje. 

La esencia del profesor centrado en el alumno se basa en las siguientes premisas: amabilidad (aceptación, afecto, respeto y atención positiva de y hacia los alumnos), confianza (los alumnos deben ver que el profesor cree en ellos), empatía (los profesores necesitan comprender y ponerse en la perspectiva del alumno) y relaciones positivas.

  • La experiencia de la clase desde la perspectiva del profesor.

El Propósito del profesor es que hacer que tantos alumnos como sea posible se apasionen e inspiren, de forma que pasen, al menos, de “principiantes” a “capaces”.

Un método efectivo es la evaluación de los profesores por parte de los alumnos.

Hay seis características fundamentales del tipo de profesor que los alumnos querían ver en sus clases: que permanezcan con ellos hasta que finalicen las tareas, que controlen su conducta sin ignorar la clase, que se salga del guión cuando sea necesario para proporcionarles ayuda, que se esfuercen en explicar hasta que todos lo entiendan, que proporcionen una gran variedad de formas a través de las que aprender, y que comprendan las situaciones de los alumnos y las tengan en cuenta en sus clases.

  • La experiencia de la clase desde una perspectiva curricular.

La parte fundamental a la hora de evaluar una clase es la revisión de: las intenciones de aprendizaje y los criterios de éxito.

No se trata de centrarse únicamente en los objetivos de la lección, sino más bien de el grado de consecución de estos objetivos por parte del alumnado. Además, el profesorado debe emplear esta información (impacto sobre el alumnado) para planificar las siguientes clases.

  • La experiencia de la clase a partir de una perspectiva formativa y sumativa.

Si la interpretación del resultado del instrumento de evaluación se usa para modificar la enseñanza, entonces es evaluación formativa.

Si se usa para sintetizar el aprendizaje al final de la enseñanza, entonces es sumativa. Una evaluación sumativa excelente es la evidencia más efectiva de una evaluación formativa excelente.

“… las clases no acaban cuando suena la campana. Acaban cuando los profesores interpretan la evidencia sobre su impacto en los alumnos durante las mismas en relación con las intenciones de aprendizaje que tenían previstas y los criterios de éxito iniciales, es decir, cuando los profesores revisan el aprendizaje a través del punto de vista de sus alumnos…”

(J. Hattie 2017)

En este apartado del libro J. Hattie nos ha mostrado todos aquellos factores que ayudan en el transcurso de una clase, aportando todas aquellas evidencias científicas que nos orientan para conseguir tener un mayor éxito en nuestras lecciones y desde todas aquellas perspectivas posibles.

Desde luego, toda una lección de lo que debería de suceder dentro de nuestras clases hoy en día.


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Feliz miércoles.

Vicente, Elio y Raül

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